En 1963 se organizó un Curso de Introducción al Folklore que se impartió en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, a la sazón ubicada en la calle de Moneda 13, precisamente en el edificio histórico que hoy en día ocupa el Museo Nacional de las Culturas en la ciudad de México. Ese curso formó parte del Seminario de Estudios Antropológicos que se realizaba en aquel recinto estudiantil (Moedano: 2002: 3). Participaron como docentes Vicente T. Mendoza (1894-1964), jerarca por mucho tiempo de los estudios de folklore en México y su esposa, doña Virginia R.R. de Mendoza (1894- 1968); un joven musicólogo estadounidense que había  decidido no participar en la guerra de Corea, Thomas Stanford (1929), para trasladarse a nuestro país, amigo de otro paisano suyo radicado en México, Raúl Hellmer (1913-1971), por cierto también fugitivo ‒según lo confesó en entrevistas‒ del contexto opresivo estadounidense de la postguerra, que vino a encontrar refugio en la música folklórica de México (1990: 45-46). También participó en el curso el historiador, abogado y folklorista mexicano Fernando Anaya Monroy (1910-1970); el músico campechano Gerónimo Baqueiro Foster (1898-1967); Gabriel Moedano Navarro (1939-2005), discípulo y uno de los últimos asistentes de don Vicente T. Mendoza; Irene Vázquez Valle (1939-2001), egresada de la Escuela Nacional de Educadoras, donde seguramente cursó asignaturas relacionadas con el folklore, tal era la labor de la Sociedad Folklórica de México en las escuelas normales del país (Meierovich, 1995: 172); y Arturo Warman Gryj (1937-2003), para entonces inscrito en la licenciatura de antropología en la ENAH. 

 

La organización y realización del Curso de Introducción al Folklore en la ENAH no fue un hecho fortuito, sino una iniciativa de la Sociedad Folklórica de México, con la cual tenían relación todos los que lo impartieron, ya que ese organismo contaba entre sus propósitos la formación de investigadores especializados en folklore (Idem). Este curso tuvo como antecedente otro similar junto con un seminario al respecto, impartidos en 1945 por el folklorólogo estadounidense Ralph Steele Bogs (1901-1994) en la misma ENAH (Sociedad Folklórica de México, X, 1955: 13; Moedano, 1963: 46); aunque, para ser precisos, el estudio del folklore en el terreno antropológico había sido incluido por don Nicolás León desde 1906 (Moedano, 1963:43). El legendario Curso de Introducción al Folklore fue ofrecido por aquel grupo de interesados en el tema, unificados por lo menos en esa ocasión, pues en los años subsecuentes dejarían entrever sus respectivas discrepancias en torno al concepto y método de estudio; además del nivel en que cada uno profesaba dicha disciplina, al provenir de tan diversas formaciones e ideologías. Además, en el ejercicio del folclore en nuestro país, según manifestaría tiempo después Gabriel Moedano, predominaba el enfoque esteticista y romántico, que aún subsistía por aquellos años y no el científico (Idem: 45). 

 

Uno de los productos de ese evento académico fue el disco de vinilo de larga duración titulado Testimonio Musical de México, cuyo repertorio se integró con grabaciones de Thomas Stanford, Arturo Warman e Irene Vázquez Valle, dividido en dos grandes bloques: música indígena y música mestiza. Este disco, procesado en los últimos meses de 1963, se publicó hasta 1964. El tiraje fue reducido y sólo se distribuyó de manera gratuita entre los asistentes al Curso, ya que ellos mismos habían aportado los recursos para editarlo. Gabriel Moedano, fallecido en 2005, refería en charlas que ese disco había tenido muy buena acogida entre las contadas personas que se dedicaban a estos menesteres en aquellos años sesenta, situación que impulsó a Arturo Warman e Irene Vázquez a buscar afanosamente patrocinios para su reedición. 

 

Es en 1967 cuando Arturo e Irene logran convencer a las autoridades del INAH de reeditar Testimonio Musical de México, y esto se hizo con recursos de la Sección de Servicios Educativos del Museo Nacional de Antropología. Cabe recordar que Arturo Warman había participado en el Consejo de planeación e instalación del Museo Nacional de Antropología, inaugurado en 1964. Dice Warman: 

Participé en esa empresa como asesor de música de algunas de las salas etnográficas. Esto implicó trabajo de campo en la recolección y estudio de música indígena y de instalación museográfica. En cinco años y casi sin sentirlo, había acumulado más de 150 días de trabajo de campo recopilando y estudiando la música popular del país y eso me permitía una completa participación en la vida profesional del antropólogo."1

Aunque el mismo Moedano diría en un momento que “así se inicia la primera serie de discos de música folklórica mexicana hecha con rigor científico y editada de forma organizada (1980: 9)”, Irene Vázquez aclararía que “ésta no se fue conformando de acuerdo con un plan general de ediciones, sino según se presentaban las oportunidades de grabación y estudio, pues los iniciadores no eran investigadores del INAH y por lo tanto no contaban con apoyo alguno para sus trabajos (1980: 4)”. 

 

La producción del segundo disco, Danzas de la conquista, obedeció a esta especie de eventualidad, pues se aprovechó la grabación realizada en 1965 por Arturo Warman a grupos de concheros en Tlatelolco para la filmación del documental Él es Dios, donde también participaron los antropólogos Guillermo Bonfil (1935-1991), Alfonso Muñoz (1927-2001) y Víctor Anteo. Pero aún no se pensaba siquiera en un proyecto seriado. Fue hasta el tercer disco, Música Huasteca, que las autoridades del INAH por fin decidieron crear una Oficina de Edición de Discos; esto sucedía en 1974 (Idem). A partir de entonces es que los discos se fueron produciendo uno tras otro, aunque no con la regularidad deseada, sino dependiendo del flujo presupuestal, siempre escaso para tan grande empresa, dado el enorme universo musical del país. Arturo e Irene trabajaban conjuntamente. Por lo regular, ambos iban a campo y grababan, entrevistaban a los músicos y realizaban también registro fotográfico; Arturo redactaba las notas e Irene revisaba; en tanto que la matriz de audio la mandaban a hacer fuera del INAH. 

 

A principios de los setenta Warman decidió separarse del proyecto.  La Maestra, como se le conocía en el medio a Irene Vázquez, prácticamente quedó sola al frente de la Oficina de Edición de Discos del INAH, que pronto se convertiría en Fonoteca, merced al importante donativo del acervo de Raúl Hellmer en 1971. Este material, aunado al compilado por las grabaciones de campo que dieron lugar a los discos de la serie, motivó en la Maestra la idea de conformar una fonoteca, según sus propias palabras, especializada en folklore musical de México (Idem). Irene iniciaría entonces una vertiente de producción discográfica basada precisamente en los aspectos históricos de la música. El primero en salir en 1973, El cancionero de la Intervención francesa, número trece de la serie, que realizó con la colaboración de María del Carmen Ruiz Castañeda, investigadora de la UNAM e historiadora del periodismo en México. Ello explica que los contenidos musicales de dicho disco sean resultado de una indagación en los periódicos de aquella época. Vázquez Valle seguiría cultivando un interés por los temas históricos, de modo que posteriormente publicaría los Corridos de la Revolución y los Corridos de la Rebelión cristera,  con la participación de los historiadores José de Santiago y Alicia Olivera, respectivamente.

 

El tiempo transcurría y la serie iba logrando nuevos títulos. A la par se había logrado la contratación de más personal y se había obtenido un equipo de grabación básico para apoyar los trabajos correspondientes. A principios de los años ochenta, Irene Vázquez se ausentó de la Fonoteca para emprender un interesante proyecto fonotecario en El Colegio de México. Al frente de la Fonoteca quedó el músico René Villanueva, líder e integrante del afamado grupo musical Los Folkloristas. Villanueva acogió el proyecto de la Fonoteca del INAH con mucho entusiasmo. De manera especial puso atención en la serie discográfica Testimonio Musical de México, de cuyos títulos realizó una exitosa reedición, en cuyas nuevas portadas incluyó pinturas realizadas por él mismo. Otro de sus grandes méritos fue el haber presentado una de las primeras propuestas para la creación de una Fonoteca Nacional, al considerar que los acervos fonográficos hasta entonces existentes en la Fonoteca del INAH poseían un valor patrimonial significativo, que podrían sentar las bases de tan magnánimo proyecto.2 Sin embargo, su propuesta no obtuvo en ese momento la respuesta deseada, de modo que ante la situación, decidió retirarse del INAH.3

 

El proyecto presentado por Villanueva no fue abandonado del todo. Irene Vázquez lo siguió cultivando por largo tiempo como una propuesta deseable y necesaria para el país, esto lo manifestó en una importante conferencia que diera en la Librería El Juglar a mediados de los años ochenta. Tiempo después cambiaría radicalmente su idea de Fonoteca Nacional por la de una Red de Acervos Musicales que cubriera gran parte del país (Nava, 2002: 14), quizá influenciada por el riesgo que presenta el hecho de concentrar y centralizar tan importantes acervos, teniendo como referente próximo el siniestro ocurrido en la Cineteca Nacional en 1982.

 

A su regreso al INAH, después de su labor en El Colegio de México, Irene Vázquez retomó las riendas de la Fonoteca. Uno de los avances sustantivos del proyecto fue abrir la participación a otros investigadores, de este modo se publican discos con materiales de Thomas Stanford, Violeta Torres Medina, Gabriel Moedano y Arturo Chamorro, entre otros. En lo sucesivo ésta sería la tónica que vendría a enriquecer enormemente a la serie discográfica del INAH. 

 

Curiosamente, la plataforma conceptual de aquel legendario grupo de folklorólogos o amantes del folklore ‒como en alguna ocasión los calificara Irene Vázquez‒, en los 57 discos que hasta 2012 se han producido, nunca ha definido a la música de sus repertorios como “música folklórica”; de manera bastante escasa y tímida aparece la palabra “folklore”, algunas veces empleada por Gabriel Moedano Navarro en sus textos, y otras, las menos, por Irene Vázquez. Esto podría suponer un indicador del manejo del concepto en los trabajos de la Fonoteca del INAH, que quizá haya obedecido a un estigma oculto al respecto, o a la convicción de que al referirse a esas músicas como “tradicionales y populares” lo incluye, lo sustituye o lo supera. 

 

El trabajo realizado por Irene Vázquez Valle y Arturo Warman sentó las bases para lo que hoy en día constituye una de las fonotecas más importantes del país, la Fonoteca del INAH, sede de uno de los proyectos de música tradicional y popular de reconocimiento nacional y mundial, la serie discográfica Testimonio Musical de México. Los 57 títulos alcanzados en 2012 contienen 1141 piezas musicales, interpretadas por 79 diferentes instrumentos; hacen referencia a 40 lenguas indígenas aparte del español, suman 225 géneros o estilos musicales, han participado con textos 78 personas entre antropólogos, historiadores, etnólogos, musicólogos, etnomusicólogos, etnohistoriadores, lingüistas, arqueólogos, periodistas y músicos. Respecto a los creadores e intérpretes, es decir, músicos y cantadores, se tiene un estimado que rebasa el millar. 

 

Desde los inicios de la serie, esta aventura por la música de nuestro país ha enfrentado innumerables dificultades conceptuales, metodológicas, presupuestales y hasta ideológicas; sin embargo, a sus cincuenta años, el mayor reto es continuar registrando y divulgando esas músicas y sonoridades que son uno de los fundamentos de la diversidad cultural del país y de esas otras que paulatinamente se incorporan al gusto de la gente, trascendiendo al tiempo y a toda suerte de desafíos; músicas cuyo sustento y razón de ser se encuentran profundamente arraigadas en la historia y la cultura de los pueblos de México.

 

1. http://www.catedrawarman.org/index.php?option=com_content&task=view&id=23&Itemid=49. Consultada 24 de agosto de 2013.

2. Archivo de la Fonoteca del INAH.

3. Comunicación personal con Gabriel Moedano Navarro, abril de 2000

Fuentes consultadas:

MEIEROVICH, Clara, 1995. Vicente T. Mendoza. Artista y primer folclorólogo musical. Coordinación de Humanidades, UNAM, México.

MOEDANO Navarro, Gabriel, 2002. “Irene Vázquez Valle”. Diario de Campo. Suplemento núm. 17: 2-4.

1963. “El folklore como disciplina antropológica”. Tlatoani, núm. 17. 37-50.

NAVA, Fernando, 2002. “Irene Vázquez Valle: por el disfrute, la difusión y la protección de la música”. Diario de campo. Suplemento núm. 17. 12-14.

VÁZQUEZ Valle, Irene, 1980. “La Oficina de Edición de Discos, del INAH”. Antropología e Historia. Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia núm. 31. 3-7.

CÁTEDRA “Arturo Warman”, página web oficial: http://www.catedrawarman.org/index.php?option=com_content&task=view&id=23&Itemid=49.

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